Abuela araña

La abuela araña teje los hilos del destino para obtener su propia divinidad y, según dicen, guarda todos los secretos del mundo en su telar. La Abuela Araña anima a los que se rebelan contra el statu quo, a quienes atacan a los que están por encima de ellos o a los que luchan por la libertad.

Origen: La Extensión de Mwangi
Categoría: Clérigo / Dios
Nivel necesario: 1
Adquisición: Selección

La tejedora

  • Áreas de interés crepúsculo, familia, historias, ilusión, tejer
  • Alineamiento N (NB, N, CB, CN)
  • Fuente divina curar o dañar
  • Habilidad divina Artesanía
  • Aptitud divina Inteligencia o Sabiduría
  • Dominios creación, destino, familia, trampas
  • Dominios alternativos cambio, oscuridad
  • Conjuros de clérigo 1.er: Forma de peste, 2.º: Telaraña, 4.º: Labia
  • Edictos ser hábil e inteligente, pensar por ti mismo, recibir el debido pago por tu trabajo, humillar a los poderosos
  • Anatemas abusar de alguien sobre el que tienes poder, dañar a alguien que te ha hecho un favor sincero, ignorar un desaire, tener un esclavo
  • Arma predilecta boleadoras

Avatar

Al lanzar el conjuro Avatar, un adorador de la Abuela Araña obtiene las siguientes aptitudes adicionales.

Abuela Araña Velocidad 70 pies (21 m), Velocidad trepando 70 pies (21 m), inmune a inmovilizado; Cuerpo a cuerpo pierna (alcance 15 pies [4,5 m], letal 3d8, sutil, versátil Per), Daño 6d6+6 contundente; A distancia telaraña venenosa (alcance 120 pies [36 m]), Daño 6d6+3 por veneno


Entre los Mwangi, pocos son tan respetados como los cuentacuentos. Como administradores de las tradiciones orales de sus pueblos, hacen las veces de historiadores, educadores y artistas, por lo que es justo que rindan homenaje a la diosa de las historias, la Abuela Araña. Conocida también como Nana Anadi, la Abuela Araña estuvo otrora satisfecha con su papel de tejedora del destino para los dioses, ya que le daba la capacidad de elaborar los cuentos más grandiosos que jamás se hayan conocido. Pero cuando contaba una historia tras otra siguiendo los caprichos de los otros dioses, éstos no mostraban el debido respeto a la que hacía que sus gloriosas y terribles leyendas se hicieran realidad, y la trataban como una sirvienta o una herramienta. La Abuela no tenía paciencia para los egos exagerados, y menos aún con los que se atribuían el trabajo de otros. Ideó humillaciones únicas adaptadas a cada uno de los dioses y, a medida que se extendían las historias de sus travesuras, tejía su propia divinidad a partir de ellas. Algunos de los dioses más orgullosos niegan que Asmodeo siga adorando a la Abuela Araña mientras ésta siga haciendo girar copias de sus llaves alrededor de sus dedos, y Abadar aún le guarda rencor desde el Siglo de la Balanza Desequilibrada. Al norte del territorio de los Mwangi, apenas se encuentran santuarios dedicados a la Abuela Araña, pero los inteligentes y voluntariosos siempre encuentran formas de venerarla.

Por mucho que les haya herido el orgullo, pocos se han atrevido a actuar directamente contra la Abuela Araña, ya que es lo suficientemente peligrosa por sí sola, pues dicen que Nana Anadi guarda todos los secretos del mundo en su telaraña. Sin embargo, su hermano Achaekek, la Mantis Roja, es una fuerza que incluso los dioses temen. Aunque trata a su hermana con indiferencia, en una ocasión arremetió contra alguien que pretendía hacer daño a la Abuela Araña con una retribución desproporcionada. Ese único acto ha sido más que suficiente.

La Abuela Araña anima a los que se rebelan contra el statu quo, a quienes atacan a los que están por encima de ellos o a los que luchan por la libertad. Aunque prefiere el subterfugio y la astucia, no renuncia a la violencia, que considera simplemente una herramienta más: aplicada con criterio en el lugar y el momento adecuados, puede lograr mucho. Los abolicionistas y los luchadores por la libertad de todo Mwangi consideran las arañas un presagio de buena suerte. Los que se ven obligados a vivir y luchar en secreto contra sus opresores se consuelan sabiendo que Nana Anadi seguirá contando sus historias mucho después de que ellos se hayan ido.