Ritual del discurso

Una maldición con la que se nace. Un don que nadie en su sano juicio desearía.

Existen niños que despiertan esta técnica sin siquiera ser chamanes… y su destino suele ser trágico: la energía espiritual fluye por sus cuerdas vocales como un torrente indomable, y cada palabra pronunciada se convierte en un mandato maldito que desgarra cuerpos, voluntades… y sus propias gargantas. Muchos no sobreviven a la adolescencia. Otros se quiebran al comprender que una simple frase puede destruir a quienes aman.

Para un chamán, maldecir a otra persona es la forma más directa de agresión, un acto severo, tabú y cargado de intención asesina. Pero aquellos nacidos con el Ritual del Discurso convierten esa agresión en poder puro. No necesitan sellos, armas ni gestos: su voz es su conjuro, y cada sílaba es un golpe cargado de energía espiritual negativa.

El Ritual del Discurso transforma la maldición hablada en un fenómeno real: órdenes que el mundo se ve obligado a obedecer, vibraciones que rompen hueso, sangre y espíritu, mandatos que tuercen el destino. Un poder inconmensurable… y devastador para quien lo porta.

Los chamanes que sobreviven a este don aprenden a domesticar sus palabras, hablándole al mundo con sonidos inofensivos, códigos vocales o vocablos incomprensibles para evitar liberar involuntariamente su poder. Dicen que la verdadera maestría se alcanza cuando el chamán es capaz de elegir cuidadosamente qué palabra el mundo obedecerá… y qué consecuencias está dispuesto a pagar por pronunciarla.

Un susurro puede salvar una vida. Un grito puede borrar un ejército. Y una sola palabra equivocada… puede acabar con todo.