Torturador

Envuelto en el resplandor de Luyarnha, un cónclave de exploradores yace oculto, con su solemne deber de preservar la paz intramuros, cueste lo que cueste. Siempre vigilantes ante el insidioso avance de la plaga, han perfeccionado su arte inquisitorial, reconociendo la importancia de la pronta prevención de esta plaga, lograda mediante la búsqueda e interrogatorio de víctimas, e incluso de posibles víctimas, antes de que se manifiesten los síntomas de la enfermedad.

Aunque se sabe que estos exploradores han servido al clero y a la realeza, desde la caída de la Cámara de los Comunes, ya no están sujetos a los deseos caprichosos de ningún señor o dama en particular. Muchos ahora están impulsados ​​por un propósito más noble, uno que exige la máxima disciplina y compromiso, pues reconocen que si se permite que la Plaga se propague, causará estragos en todo lo que aprecian. Sin embargo, algunos persiguen ambiciones más bajas, ofreciendo su experiencia a quienes desean doblegar a estos exploradores a su malévola voluntad, extrayendo confesiones o castigando a sus adversarios. Después de todo, la tortura, una práctica tan antigua como los cimientos de la tierra, es un instrumento temible, lo suficientemente potente como para quebrantar incluso a los espíritus más indomables.

En el fragor de la batalla, estos exploradores traen consigo su pericia en la tortura, empleándola con precisión despiadada para doblegar a sus enemigos, sometiéndolos metódicamente a una agonía indescriptible. No retroceden ante estas tácticas salvajes, pues comprenden que el fracaso significa la muerte o un destino aún más sombrío. No muestran piedad con sus enemigos, pues saben muy bien que nadie les correspondería con la misma moneda.