Cacería del Wyvern

En las profundidades de tu ser, oculto en los rincones más oscuros e insondables de tu alma, reside una criatura salvaje y primigenia, una fuerza indomable que hierve la sangre de los mortales con su mera existencia. Este ente, aunque incompleto en su esencia, irradia una presencia tan violenta y poderosa que es detectada con temor tanto por los dioses inmortales como por los vivos efímeros.

Este legendario dragón no es una simple bestia; es una encarnación de las fuerzas más antiguas y poderosas del cosmos. Su esencia se entrelaza con los elementos más básicos del mundo: el fuego que consume, el agua que fluye, la tierra que sostiene y el aire que susurra sus secretos. Aunque fragmentado y no plenamente realizado, cada fragmento de su ser exuda una energía tan intensa y caótica que distorsiona la realidad misma a su alrededor.

La presencia del dragón es una tormenta constante, una tempestad de emociones y poder que afecta a todo y a todos en su cercanía. Los mortales sienten su influencia como un calor abrasador en sus venas, una inquietud que les impide hallar paz. Los dioses, seres de vasto poder y sabiduría, no pueden ignorar su existencia. Incluso ellos, con su inmortalidad y omnipotencia, observan al dragón con una mezcla de respeto y aprensión, conscientes de que esta criatura posee el potencial de alterar el equilibrio del universo.