Camino de la Expiación

Los monjes del Camino de la Expiación buscan absolverse de sus transgresiones pasadas, pecados e indiscreciones actuales renunciando a sus posesiones y expiándose a través del servicio pacífico y desinteresado. Sin buscar el camino del fanático, creen que al calmar y controlar su fervor, pueden reforzar el bienestar universal de todas las criaturas mortales. Estos monjes buscan proteger el delicado equilibrio logrado por la presencia de los panteones y atacan con malicia solo para defender a aquellos que no pueden defenderse. Temidos por quienes tienen riquezas y elogiados por quienes carecen de ellas, estos monjes son fáciles de identificar con sus polvorientas túnicas de arpillera y sus pies descalzos. Los Expiados sacrifican, no solo posesiones materiales, sino también carne para encontrar el camino hacia el perdón y, a menudo, tallan o marcan las marcas de los dioses en su piel en homenaje. A cambio de la fuerza para buscar la pureza perfecta en una existencia llena de ambición y arrogancia, los seguidores de este camino se esfuerzan por abstenerse de la ira, la envidia y la corrupción. No tan ingenuos como para creer que los designios de los dioses no requerirán sortear los bordes de la tentación y, a veces, justificar los fines por sus medios, pagan voluntariamente el precio en carne y hueso por sus acciones. Como parte de su expiación, aprenden a alentar a los malvados y viles habitantes de su mundo a que se arrepientan usando solo un garrote pesado y sin adornos al que cada uno se refiere como su penitencia. Para emprender este camino, el acólito debe comprometerse con el estilo de vida más pobre, renunciando a todo lo que era antes de la expiación.