Morrigan

Convertirse en un Mesías de Morrigan implica abrazar los dones que ella otorga, pero también las maldiciones que vienen con ello. Entre los regalos más oscuros está la capacidad de atraer la muerte a sus enemigos. Los Mesías son comandantes en los campos de batalla, guías de almas que luchan al borde del abismo entre la vida y la muerte, trayendo consigo la tormenta de la guerra. Las armas que empuñan no solo derraman sangre, sino que llaman a los espíritus caídos para que se unan a la masacre.

Aquellos que son seleccionados para convertirse en Mesías de Morrigan no son héroes tradicionales ni paladines de luz. Son guerreros marcados por la tragedia, la violencia o el destino inevitable de la destrucción. Morrigan los llama desde la oscuridad para caminar entre el mundo de los vivos y el reino de los muertos, haciendo de ellos sus instrumentos en tiempos de gran conflicto o caos. Estos individuos sienten su presencia en las sombras de los campos de batalla, en los cuervos que vuelan sobre las almas caídas, y en los presagios de muerte que acechan a los poderosos y débiles por igual.

Al ser tocados por la diosa, los Mesías de Morrigan reciben visiones proféticas que les muestran tanto la guerra como la inevitable caída de los imperios y las civilizaciones. Pueden ver la muerte venir como una marea negra que consume todo, pero también reconocen que con la muerte viene la posibilidad de renovación. Morrigan les otorga poder para moldear el destino a través de la destrucción, el caos y, en algunos casos, la subversión.